Ernesto Sábato, El Túnel Y La Esperanza

Hugo Retamar

Ernesto Sábato, el último de los grandes escritores argentinos de de los 1900 vivo, nace el 24 de junio de 1911 en Rojas, un pueblo en la provincia de Buenos Aires. Es el décimo de una familia de once hijos de agricultores inmigrados de Italia. Hecho normal y corriente a un argentino nacido a principios del siglo XX. Sin embargo, ¿Quién será ese genio de las palabras tildado por muchos de misterioso, surrealista; por otros de lógico, confuso o hasta pasional. Al fin ¿quíén es el enigmático Ernesto Sábato?

Nuestro recurrido empieza por la biografía del escritor que desde joven tuvo la vida llena de misterios a los que propaga hasta hoy. Ernestito, como era llamado, durante sus estudios secundarios se traslada a La Plata y allá empieza a cursar la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de La Universidad. En el ambiente universitario el joven se ve involucrado con el Partido Comunista, se vuelve un dirigente de éste y da cursos libres sobre Marxismo. Ya en esta época Sábato empieza a demostrar sus preocupaciones con relación al mundo y a la humanidad, es ya un idealista. Por el partido va a un congreso en Bruselas donde toma conocimiento de algunos procesos del Estalinismo en URSS, y tras la mala impresión que estos le causan, decide alejarse un poco de la política. Abandona el congreso y huye a Paris donde vive con muy poca plata. Vuelve a Buenos Aires en el año de 1935, se doctora en Física en 1938 y es por la ciencia que va nuevamente a vivir en Paris trabajando en los laboratorios Curie en investigaciones sobre radiaciones atómicas. Allá Ernesto conoce al grupo surrealista en ascendencia en la época. Con ellos comienza a escribir y se vuelve amigo de los pintores españoles Óscar Domínguez y Víctor Braunner que posteriormente serán sus personajes en su novela Sobre Héroes y Tumbas. Con Braunner y Domínguez, Sábato conoce también el lado oscuro del movimiento, o sea, una cierta tendencia de sus miembros al suicidio:

En otro día de invierno fuimos con Domínguez, a la tarde, al Marché aux Puces y volvimos después en el Metro hasta Montparnasse, donde tenía su estudio Domínguez. En la calle, ya era de noche, en un especie de nevisca, Domínguez se detuvo y me dijo:”¿Qué te parece si esta noche nos suicidamos juntos ?” No era una broma, era muy propenso, como lo probó años después. Yo me negué, aunque también me atraía el suicidio: me salvó mi instinto, y aquí estoy, junto a la Matilde de todos los tiempos, una de esas “mujeres fuertes de la Biblia”, que está muriendo, en medio del dolor más profundo de mi vida, en el final de una existencia muy compleja.” (Ernesto Sábato, 24 de enero de 1995)[1]

Sábato, vuelve a Buenos Aires en 1940, época en que conoce a Jorge Luis Borges y que comienza a escribir para la revista Sur. La literatura argentina de la época se dividía en dos tendencias, el grupo de la calle Florida y el de la calle Boedo. Ernesto, entonces, hace una fusión entre las dos tendencias no optando por ninguna en específico. Vemos pues que el antiguo científico, el antiguo marxista, comienza a dejar libre el camino para el también idealista hombre de las letras.

1943 es punto de cambio en la vida de nuestro escritor. En medio a una crisis existencial (así nombrada por él propio) desilusionado de la ciencia y de su poder destructivo, decide finalmente abandonarla y dedicarse a la Literatura, o sea, la semilla del escritor, el idealismo y la preocupación con los destinos de la humanidad vienen a la cumbre y el mundo es brindado con la genialidad del escritor de El Túnel.

Sábato empieza a escribir por ensayos, en los que vierte sus angustias sobre Uno y el Universo, su primer libro. En este primer libro de ensayos habla de sus descontentamientos con el racionalismo, el materialismo de la sociedad y también sus desacuerdos con el surrealismo. El propio Sábato, años después, repiensa su primer libro y dice, con relación a lo que escribió sobre el surrealismo, que nadie escribe sobre aquello que no forme parte de uno mismo. Sábato conoció lo más bello y lo más feo del surrealismo y sería imposible no escribir lo que fuera sobre éste. “En parte naturalmente, porque es el que más conozco y ya se sabe que uno puede detestar con mayor razón lo que se conoce a fondo.”(Sábato. El Túnel: 2000, p.19)

La primera novela de Sábato es El Túnel, de 1948. En ella Juan Pablo Castel es el artista razonador, que odia a los grupos, a las sectas, quizás a la globalización que convierte el mundo y las gentes en seres patronizados, que comparten un mismo pensamiento venido desde arriba y repetido sin reflexiones individuales, sin manifestación de la subjetividad, sin humanidad. En la novela, este mundo está representado por los famosos críticos de arte que no ven lo bello de una obra y simplemente repiten frases hechas y que tengan efecto, como nos relata Juan Pablo:

En el Salón de Primavera de 1946 presenté un cuadro llamado Maternidad. Era por el estilo de muchos otros anteriores: como dicen los críticos en su insoportable dialecto, era sólido, estaba bien arquitecturado. Tenía, en fin, los atributos que esos charlatanes encontraban siempre en mis telas, incluyendo “cierta cosa profundamente intelectual. (SÁBATO. El Túnel: 2000, p.12)

Es el mundo de los críticos, para Castel, el mundo del ‘ser’ y del ‘parecer’ ya discutido en la literatura desde los remotos tiempos del Lazarillo de Tormes, y que cada vez más se funda y se consolida tras los ‘avances’ de la modernidad. En dicho mundo el hombre cree en aquello que le parece y no en lo que realmente es, o sea, como nos cuenta Juan Pablo sobre sus críticos y su obra maestra, los seres humanos no tienen la capacidad de ver la poesía de una mujer en una ventana a un rincón perdido de una tela[2] que es ‘sólida’ y ‘bien arquitectada’, como ocurre en Maternidad. Pero para Juan Pablo el mundo todavía no está perdido pues hay alguien, en la novela, María Iribarne, que se detiene en la ventana, que la mira, que la siente, que escucha el “llamado apagado y distante”, “la soledad ansiosa y absoluta” (Sábato, El Túnel, 2000, p.12) de la mujer del cuadro. Hay alguien que siente como Castel. Ernesto Sábato, con esto, parece estar afinado con el pensamiento de Castel, o sea, creo que al mostrar este mundo que se deshace, no quiere que perdamos la fe, sino que la recuperemos y que con ella nos levantemos de nuestro abismo. Concuerdo con Dónoan que dijo que: “Ernesto Sábato es un poeta de los infiernos que tiene fe en el paraíso, su esperanza latente es una llamada a la seriedad del arte y la creación poética.”(DÓNOAN, 1988, p.22)

En la novela, el hombre pasa por cambios que reiteran la esperanza en la humanidad. Juan Pablo también formaba parte de las personas que no veían la poesía así como los críticos, todos sus cuadros anteriores eran medidos, pensados. Maternidad es la única experiencia en la que el pintor puso su alma que vino a la cumbre tras una noche de descubierta, de sonambulismo. Dice Juan Pablo a María Iribarne sobre su obra maestra, el cuadro de la mujer y la ventana:

– Antes los pensaba mucho, los construía como se construye una casa. Pero esa escena no: sentía que debía pintarla así, sin saber bien por qué. Y sigo sin saber. En realidad, no tiene nada que ver con el resto del cuadro y hasta creo que uno de esos idiotas me lo hizo notar. Estoy caminando a tientas, y necesito su ayuda porque sé que siente como yo. (SÁBATO. El Túnel: 2000, p.42)

Castel descubre, al pintar el cuadro, la poesía y al descubrir alguien que sea capaz de verla y de compartir de sus angustias, de su delirio de la ventana, como María, descubre también el amor. María tiene la capacidad de ver la poesía y por lo tanto tiene la capacidad de amar. El azar es el maestro que hace que el pintor tenga su primera experiencia distinta en la pintura. Había algo que debía ser pintado y que Juan Pablo no sabía que era, así como había alguien que debía detenerse en la escena de la ventana y así lo hizo. Juan Pablo comparte del mismo pensamiento del personaje Fernando Vidal Olmos de la novela posterior de Sábato, Sobre Héroes y Tumbas: no hay casualidades (Sábato, Sobre Héroes y Tumbas, 2000, p. 364). O sea, para ambos, bien como para los surrealistas el azar es objetivo. Hay en El Túnel la preocupación con el azar, como podemos comprobar con lo que dice Juan Pablo:

Existen en la sociedad estratos horizontales, formados por las personas de gustos semejantes y en estos estratos los encuentros casuales (?) no son raros…(…) ¿Es razonable atribuir al azar estos encuentros repetidos? Pero estoy diciendo una trivialidad: lo sabe cualquier persona aficionada a la música, al esperanto, al espiritismo. (SÁBATO. El Túnel: 2000, p. 28)

o entonces en:

_ Usted se sonroja porque me ha reconocido. Y usted cree que esto es una casualidad, pero no es una casualidad, nunca hay casualidades. He pensado en usted varios meses. Hoy la encontré por la calle y la seguí. Tengo algo importante que preguntarle, algo referente a la ventanita, ¿comprende? (SÁBATO. El Túnel,: 2000, p.28)

Sábato demuestra, a pesar de su crítica al surrealismo enUno y el Universo, que comparte de sus pensamientos, el ‘azar objetivo’ es un ejemplo. El pintor estaba perdido en una sociedad materialista pero también él así lo era, su alma tiene angustias que se exponen a través de un cuadro que se vuelve motivador del amor. Es decir, Juan Pablo buscaba la poesía y el amor, y ‘casualmente’ los encontró. Después del encuentro con María, Castel se convierte en un obsesionado y María es totalmente lo contrario, es libre, es imprecisa, misteriosa, enigmática. Castel quiere poseerla totalmente con el miedo de perderla. Para el pintor María es el amor, la libertad.

Tuve este sueño: visitaba de noche una vieja casa solitaria. Era una casa en cierto modo conocida e infinitamente ansiada por mí desde la infancia, de manera que al entrar en ella me guiaban algunos recuerdos. Pero a veces me encontraba perdido en la oscuridad o tenía la impresión de enemigos escondidos que podían asaltarme por detrás o de gentes que cuchicheaban y se burlaban de mí, de mi ingenuidad. ¿Quiénes eran esas gentes y qué querían? Y sin embargo, y a pesar de todo, sentía que en esa casa renacían en mí los antiguos amores de la adolescencia, con los mismos temblores y esa sensación de suave locura, de temor y de alegría. Cuando me desperté, comprendí que la casa del sueño era María. (SÁBATO. El Túnel: 2000, p.62)

La revelación llega por medio del sueño, otro de los presupuestos surrealistas. El sueño revela, para los surrealistas, la realidad, o mejor es también parte de ésta. Sin embargo, por el amor revelado Juan Pablo Castel se convierte en vanidoso y egoísta, aquello que repudiaba en la humanidad. Juan Pablo, el antes frío, no se daba cuenta que siendo María la salvación no podía pertenecer a nadie. La poesía del cuadro, lo lleva al encuentro con María, al amor, que es al fin la libertad. En cambio, la vanidad es todo lo contrario, es la pérdida del amor, de la libertad, de la poesía.

Ahora que puedo analizar mis sentimientos con tranquilidad, pienso que hubo en mis relaciones con María y siento que, en cierto modo, estoy pagando la insensatez de haberme conformado con la parte de María que me salvó (momentáneamente) de la soledad. Ese estremecimiento de orgullo, ese deseo creciente de posesión exclusiva debían haberme revelado que iba por mal camino, aconsejado por la vanidad y la soberbia. (SÁBATO. El Túnel: 2000, p.112)

Juan Pablo Castel entonces, trasformado por el amor, no el amor poesía sino el amor vanidad, amor posesión de la misma sociedad a la que repudia, que le vuelve celoso y egoísta, mata a María Iribarne con cuchilladas en el vientre, al ‘azar’ o no, el lugar que es la cuna de la Maternidad. Todavía movido por los celos va hasta Allende, el marido ciego de María y confiesa a éste el asesinato y la vida que pensaba dudosa de su mujer. Allende, como su nombre propicia, el ciego que ve más allá de los otros, le dice a Castel : “Insensato”. El pintor ingresa en un hospicio pero jamás olvida las palabras del ciego. ¿Qué podría al fin querer decir el ciego con estas palabras lanzadas a la nada? Quizás que Juan Pablo perdió su única posibilidad de salvación, pues asesinó a la libertad?

A través, entonces, de esta representación enigmática el genio de Ernesto Sábato nos transmite su preocupación con los destinos de la humanidad. Juan Pablo descubre la poesía pero no sabe que hacer con ella y la pierde. Somos, así como el pintor, cada vez más duros, más insensibles, más necios y más superficiales. Sábato en cambio, parece no compartir con Castel del desprecio por la humanidad, es justamente lo contrario. Sábato se enorgullece de ser humano pero quiere que la humanidad también lo sea. Que la humanidad piense con sus propios sesos y que sepa ver la belleza en las cosas diarias. Que la gente tenga la mirada inocente del niño y que se conmueva con su condición de no cosa, de gente.

La novela de Sábato denuncia la crisis de la cultura occidental, como forma de que la gente se levante de su desesperación. Su Juan Pablo es sólo uno de los tantos hombres perdidos en el abismo que nos pone la vida occidental, egoísta y cruel de una sociedad cuadrada y angulosa en que cada uno es un engranaje más que hace girar la gran rueda del capitalismo. En cambio el personaje central de El Túnel descubre el amor, ve la poesía, es decir, parece que no estamos totalmente perdidos, hay aún una oportunidad de salvación y necesitamos, nosotros los hombres, aprovecharla. Juan Pablo no consigue librarse totalmente de su personalidad engranaje y no vive el amor poesía, sino el amor vanidad. Sin embargo nosotros podemos ser distintos de Castel porque ya sabemos que el no abandono del egoísmo capitalista no le trajo un porvenir de dicha al hombre vanidoso que no sabe vivir la libertad. Sabemos también que este porvenir no viene por azar sino por consecuencia, ya que el azar, según Sábato, Castel y aún Fernando Vidal, es objetivo.

Así que, en este relato, podemos ver el idealismo del joven integrante del Partido Comunista que aún se muestra en el gran escritor. Sábato, pienso, es un escritor que quiere por medio de las angustias que derrama sobre el papel y que lo inquietan, e inquietan a toda la humanidad, plantar semillas de esperanza en cada uno que las lee. Dice Sábato que el hombre crea porque esimperfecto y contadictorio. Pienso que esto es ser humano y es esto lo que leo en sus obras, es lo que el escritor nos pide de lo alto de su imperfección y contradictoriedad:

¡Seamos cada vez más humanos, la humanidad es nuestra, no la perdamos!

Sábato al escribir se zambulle en lo más profundo de sí mismo y al encontrarse nos toca a cada uno en el corazón.

Referencias

CRISTALDO, Janer. Mensageiro das Fúrias: Uma Camusiana de Ernesto Sábato. Florianópolis, Editora UFSC, 1983.

DÓNOAN. “La novela como indagación de la Condición humana”. In: Ernesto Sábato: Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes. Barcelona: Editorial Anthropos, 1988, p. 7-22.

GÁLVEZ, Marina Acero. “Sobre abandonos y fidelidades”. In: Ernesto Sábato: Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes. Barcelona: Editorial Anthropos, 1988, p. 23-54.

LIBERMAN, Arnaldo, LIBERMAN, Mónica, MARÍN, Luis García. “Conversación con Ernesto Sábato”. In: Ernesto Sábato: Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes. Barcelona: Editorial Anthropos, 1988, p. 63-76.

PONGE, Robert (org.). O Surrealismo (Litertura, Artes Plásticas, Teatro, Cinema, Arquiterura, Filosofia). Porto Alegre: Editora da Universidade/UFRGS, 1991.

SÁBATO, Ernesto. Disponible en Internet: www.literatura.org/sabato/sabato.htmal. 24 enero 1995.

_______________. El Túnel. España: Editorial Planeta, 2000.

_______________. Hombres y engranajes. Buenos Aires: Emecé, 1990.

_______________. Sobre héroes y tumbas. Barcelona: Edutorial Sol 90, 2000.

_______________. Uno y el Universo. 3. ed. Buenos Aires: Sudamericana, 1952.

 

[1] Disponible em Internet: http://www.literatura.org/
Sabato/Sabato.html

[2] Así era la Tela Maternidad a la que se refiere Juan Pablo Castel.